De William Ospina
Publicado en El Espectador, domingo 19 de julio de 2009
DURANTE MUCHO TIEMPO, DESPUÉS de la revolución de Gutenberg, los intelectuales de Occidente pensaron que la poesía era algo para leer a solas, en el diálogo silencioso del lector con el libro, “a la luz de las lámparas estudiosas”.
Pero mucho antes de la invención de la imprenta, desde la aurora de la civilización, la poesía era algo que se decía y se cantaba en público, a veces como plegaria y a veces como conjuro, y que estaba concebido para propiciar grandes ceremonias colectivas, fiestas de la convivencia y de la sensibilidad. Los festivales literarios contemporáneos cumplen ese viejo ritual de civilización.
Uno de los hechos más notables de los últimos tiempos es el auge de grandes certámenes culturales en los que participan miles de personas. Festivales de cine, bienales de arte, encuentros literarios, festivales de teatro, fiestas de la música: el mundo global tiene cada vez más en estos eventos uno de los escenarios de su diálogo y un poderoso impulso en la definición de sus culturas.
No es el único evento literario que se realiza en Gijón: también allí cada año se celebra el Salón del Libro Iberoamericano, que organizan el chileno Luis Sepúlveda y la poeta Carmen Yáñez. Gijón, en el principado de Asturias, tuvo en otros tiempos una importante industria siderúrgica y grandes astilleros, es tierra verde de ganados y de manzanos, que nutren la fiesta agridulce de las sidrerías, y es un activo litoral de pescadores, pero de un modo creciente su economía se ha dedicado a los servicios y especialmente al turismo.
Estos grandes encuentros literarios, que atraen a numerosos lectores y que convocan a una fiesta de la inteligencia, han contribuido a formar una imagen de ciudad cultural, fortaleciendo ese lugar del Cantábrico como destino de los viajeros, en los veranos del norte. Causa asombro ver que un sábado, a las cinco de la mañana, a lo largo de los malecones llenos de música, todavía no se han acostado los miles de personas que paseaban en fiesta desde la noche anterior; ver en la tarde, mientras los jóvenes reman o chapotean por las aguas azules, legiones de ancianos que pasean y largamente ven atardecer sobre el mar desde esos parques mecidos por la brisa. Gijón produce una indefinible sensación de felicidad.
En todo el mundo los eventos literarios dan testimonio del nivel cultural que van alcanzando las ciudades. En Quebec, en el otoño con bosques rojos de arces, al lado del inmenso río San Lorenzo, el Festival de Poesía de Trois Rivieres es uno de los mejores destinos literarios que se puedan imaginar; en el otro extremo del continente, junto a otro río inmenso, el Paraná, la ciudad de Rosario, en Argentina, reúne cada año a cantidades de poetas con sus lectores. Hay célebres festivales en Buenos Aires y en Santiago de Chile. El Hay Festival ya no sólo se celebra en Escocia, sino que se ha multiplicado por el mundo, incluyendo en España las ciudades de Segovia y Granada. El año pasado comenzaron el gran Festival Internacional de Escritores de Buenos Aires, el Encuentro de Escritores de Quito y la Bienal de Poesía de Brasilia, que organiza el poeta Antonio Miranda, director de la Biblioteca Nacional.
Yo nunca he podido olvidar el Encuentro de Poetas del Mundo Latino, en Rumania, donde escritores rumanos, italianos, españoles, portugueses, franceses y latinoamericanos, hablando una babel de lenguas romances, viajaban varios días de Valaquia a Moldavia y de Transilvania al Valle del Danubio, dialogando sobre los cruces de caminos de la poesía, y que culminó con la asistencia a una gran ceremonia ortodoxa presidida por el patriarca de Estambul.
Colombia tiene en el Festival Internacional de Medellín el más importante festival de poesía del mundo, por la masiva participación del público; y además, entre otros, el Hay Festival de Cartagena de Indias; el cada vez más ameno y diverso Carnaval de las Artes de Barranquilla, que se celebra en vísperas del Carnaval; el consagrado Festival Internacional de Arte de Cali; el Festival de Poesía de Bogotá; el Festival de Poetas del Museo Rayo de Roldanillo, que organiza Águeda Pizarro, y dos festivales más recientes, el Encuentro Ibagué en Flor y el Festival Internacional de Poesía, que organizan en Pereira Giovanny Gómez y un entusiasta grupo de jóvenes.
Pero mientras los grandes festivales consagrados tienen, en lo fundamental, el reconocimiento de los públicos y de las instituciones, eventos como los de Ibagué y Pereira todavía no cuentan con el apoyo decidido de sus ciudades y de la empresa privada. Su esfuerzo es muy importante. En un país donde los jóvenes sólo encuentran abiertas las puertas de la violencia y del delito, que haya grupos entusiastas de jóvenes empeñados en la labor civilizadora de estimular la lectura y de proponer la literatura y el arte como un camino para destacar a sus ciudades en el mapa cultural del mundo, es algo que merece todos los estímulos. Las administraciones, las empresas y la comunidad deben saber que los recursos que se destinen a estos eventos, antes que un gasto, son la mejor inversión, no sólo en la imagen de las ciudades, que es algo que a veces se tiene en cuenta, sino en convivencia, transformación de la sensibilidad y construcción de una ciudadanía cada vez más orgullosa de su región y de sus costumbres.
Ojalá Ibagué en Flor y el Festival Internacional de Poesía de Pereira sigan creciendo y avanzando, para bien de la comunidad.
FESTIVAL DE POESÍA - 7 de Julio de 2009
Un poeta, un músico, un break para comprar en el toldo de Claudia y de vuelta otro poeta. Mejores veladas he visto en humildes colegios sin tanta logística. Y para colmo, mientras el poeta leía, los atrileros se afanaban por poner a punto los equipos electrónicos para la música...
El evento no se hizo con el criterio de que se escuchara a los poetas. Estoy convencido de que los poetas fueron los "teloneros" de «Edson Velandia y La tigra», el grupo piedecuestano que -valga decirlo- fue quien más público convocó.
Por esta vez, al menos, quedamos en deuda con la poesía.
Angye Gaona lee a Meira Del Mar
Meira Del Mar
...
Me lees porque te hablo
desde las fronteras del des-encuentro
y conozco las noticias de ese horror
llamado extrañamiento.
...
Se hizo rutina tratar la gente
tras un cristal a toda prueba:
sin aroma aunque el hedor,
sin calor aunque el verano,
sin gozo aunque el saludo,
sin deseo aunque haya celo.
...
Me lees porque hablo
más fuerte que el desaliento
y el eco de mis palabras rotas
te produce algún efecto.
...
Sé valiente aunque pequeño,
irreverente aunque ofendas,
prudente aunque escaldes
y honesto aunque pierdas.
...
Bueno que me leas
pero toma distancia:
no siempre lo que digo es bueno.
...
...
...
de goznes complacientes,
lubricados, lúbricos,
sin aldabas ni candados.
Me lo han asaltado tantas veces,
revuelto, dislocado y lleno
de sillas y cosas crujientes,
de besos, adioses, susurros,
de voces peregrinas y sedentes
que en cada crisis me digo:
«mañana ordeno esta casa».
Por favor:
cuando salgas no cierres la puerta,
toma lo que quieras y deja alguna nota.
POEMARIO «EROGRAFÍA FANTÁSTICA»
Suratoque, Zapamanga, Ruitoque y Bucarica son referentes topográficos del municipio de Floridablanca, donde ha transcurrido mi adolescencia, parte de mi juventud y gran parte de mi madurez. Las dos primeras son quebradas cuyas vertientes en mi recuerdo se hallan pobladas por una flora y fauna magníficas (ah, tiempos aquellos) y las dos últimas son una pequeña meseta y un fértil valle donde habitaron los indios Guane, fueron luego asiento de extensos cañaduzales y hoy se han convertido en populosos barrios de una urbanización desenfrenada.
Esta erografía nace allí pero su verdadero espacio es poético, intensamente emocional, perceptible pero inasible, como una escenografía fantástica.
SURATOQUE
1
Sora, fuente obscura, quietas aguas.
Beberte es nada.
Y la luna reflejada
acusando esta sombra,
sombra tremolante que nace en tu entraña.
Pálida iluminada,
faz que me reflejas silueta
y el fondo en tu fondo.
Mi centro a través del frío arriba
se extravía
vago acariciante
y mis manos
ya no pueden tocarle.
Adiós, calila duna, digo.
ZAPAMANGA
1
Gruta donde guardo mis temores,
espejismo de mi sed,
epicentro de mis movimientos,
a golpes quieres doblegarme
y el eco de tu voz,
ávido de luz,
quiere extraviarme en tus
enmarañadas fantasías.
No me des calma
que yo te daré la vida.
2
No me mires.
No me toques.
Déjame quieto.
Los días en mi vida se convirtieron en recuerdos.
No me hables.
No me escuches.
Ignórame por completo.
El viento se atrevió conmigo y se convirtió en mi eco.
Estoy solo.
Contento.
No me llames.
Cada segundo que pasa lo aprisiono en mis cabellos.
No me quieras.
No me odies.
Estoy muerto.
3
Te me vas
y no puedo
soportarlo.
Te sostengo
en el aire
y me aplastas
con tus huesos.
Te desangro
a besos,
te asfixio,
te muerdo.
Te mueres
y no puedo
evitarlo.
Busco, busco
la huella
de mis pies
en tu cintura.
Siento arder
tus uñas
en mi pecho.
Eres nadie.
Me extravío
en tu voz,
en un desierto.
Me quemas,
me desnudas
la lengua.
Y callamos.
Y te vas
definitivamente,
galopando
en silencio.
Una araña
de hielo
me envuelve.
Me atrapa
implacable,
se lleva mi
sangre.
Y no puedo,
ya no puedo
encontrarte.
4.
Olvidé que tenía
una herida abierta.
Rayos, rayos de luz
me dolían en la sombra
debajo de mis ojos.
Un fantasma, un abuelo encorvado
me perseguía sin conocerme
y me golpeaba con un bastón
debajo de los puentes verdes
que van al cielo desde el parque.
Las estrellas, chillidos coléricos
mandando callar a los grillos.
Mientras, un niño duerme
bajo la teja de una hoja de naranjo.
Te ofrecí mis manos...
pero eran una sola herida,
llorando como una rosa húmeda
y sedienta como mis labios.
RUITOQUE
1
Creía estar despierto.
Las hojas de mi trébol, enhiestas,
verde ardían por rocío con ansias de mar
en una mar de briznas. Me explico:
no dormía, pero ella lejos tiembla
como si tal fuera mi ausencia.
(Las espigas mecidas,
el color no mensurable,
mirar y no atreverse
y reconocer
que no fuimos capaces.)
BUCARICA
1
El sentimiento abandonado,
combatida la piel,
relajado el seso,
parézcome bandera al viento, oh,
o fruta seca que descuelga
dicotiledónea
de mi árbol compañero.
Hundo en el aire mis raíces
como ya en el vacío profundo
y me estremezco
en el movimiento del universo.
Verde incesante!
Cerúlea bóveda!
Acescente fluido!
Y el amargo!
2
Pensarte es recordar tus ojazos,
tu risa y esa curiosidad tan tuya.
Y recordar tus ojos es
como ascender en un pozo
y beber la saliva natural
y caracolear en tu espacio
como una cometa loca.
Pero si ríes, el cielo
y el recuerdo se agigantan,
las nubes se derriten
y me mojas hasta el alma
y subo y subo.
Me asustas, curiosilla:
por qué saber tanto?
3
Optaría por no mirarte más.
No querrías ser espejo
o rostro inventado por el otro
y hacer la mueca que anhela o teme,
¡ay, villano! Te sé de memoria
pero a mi modo y eso no basta:
te siento cálida y me abrazo,
¡ay, solitud! ¿qué pensarías?
Debo estar loco pero sigo cuerdo;
debo cuidarme pero aún me arriesgo;
debo hablarte y me contengo;
te inventé a mi modo y ahora
no sé cómo desinventarte.
4
Breves paredes cobijan nuestros leves sueños.
Afuera, el murmullo de las hojas dormidas,
la algazara de grillos, la voz de un pajaruco,
las gotas de lluvia y el aire, la fresca brisa.
Duermes con los labios abiertos, silente, extensa,
el vientre en un lento vaivén, sosegado el pecho.
Muslos fuertes, cadera firme y el amarillo
atesorando el canelo obscuro de tu pelo.
Sombras, claridades, se estremecen y se funden;
es la noche undívaga, la mar de los náufragos
pescadores de estrellas vivas, noche sin luna.
Sierpes plateadas iluminan el sendero
entre tus plantas y el bosque confuso del sueño.
Madura y plena y cálida, esplendente duermes.